Me gustaría comunicar qué estamos haciendo con nuestras consultas, sin necesidad de utilizar términos científicos complejos y técnicos, que son los que he necesitado yo misma (a través de mi experiencia como profesional y atravesando mi propio proceso de enfermedad) para dar comprensión profunda a esto que ahora pretendo transmitir incluyéndolo en el ámbito clínico de mi trabajo.
Sigo trabajando desde la Medicina clásica, pero aporto otra mirada que incluye no sólo las funciones básicas de las células y sus interacciones sino también de las memorias que en ellas quedan derivadas de nuestras vivencias emocionales.
Muchas acaban sin ser sentidas y expresadas alterando nuestro precioso campo electromagnético y esto trae como consecuencia cambios eléctricos en el organismo que lo desequilibran y dar origen al síntoma y a la “enfermedad”, que ahora aparece más como un estado enfermo del individuo.
Siento que lo más sencillo para comprender el papel primordial de las emociones que surgen en el núcleo familiar animal humano- no humano, es hablar directamente de cómo lo siento. De un modo sincero y transparente, desde mi propia experiencia (esto está siendo reflejado en nuestro blog, que usamos para acompañar a los humanos de nuestros pacientes)
Antes no era consciente de ello, por eso no lo conté así nunca, aunque de lo que siempre fui consciente es de que los animales nos comprenden mucho más de lo que nos comprenden otros humanos e incluso nosotros mismos. “Si entro en mi casa triste, mi perro o mi gato se dan cuenta aunque el resto de la familia humana no lo haga”, es una frase que siempre usé antes y que todos comprendían por experiencia propia.
Para dar este salto con consciencia he tenido no sólo que enfermarme, sino también que verme “desahuciada” por la ciencia médica en la que confiaba.
Fue así que, en la búsqueda de mi propia salud, encontré un montón de trabajos científicos y planteamientos distintos a los que he usado como “modelo único” a lo largo de mi trabajo como veterinaria alópata, que para nada se desdicen de lo aprendido y practicado, sino que me permiten observar con más exactitud y amplitud procesos fisiológicos y bioquímicos básicos, que la medicina está dejando de abordar debido al ritmo “hospitalario” y la especialización que ha tomado también en la práctica veterinaria.
Esto produce beneficios no sólo para nuestro animal, sino también para sus compañeros humanos.
Ellos cuidan de nosotros mientras nosotros cuidamos de ellos y ésto genera un vínculo de amor que se expresa como un sentir – creando un reflejo sobre el campo emocional – y que tiene también su expresión orgánica (cerebro, sistema glandular, reacciones inflamatorias, inmunitarias…) que dará lugar a la aparición de síntomas y signos clínicos.
Estas emociones que tienen efectos sobre nuestro campo electromagnético, que acaba impactando sobre el campo orgánico, no se tienen en cuenta de manera habitual durante todo el proceso de enfermedad en la clínica básica.
Como veterinaria, trabajé siempre con un alto volumen de consultas complejas, con mucha actividad, en ambiente más bien “hospitalario”, donde los casos “urgentes” son el día a día.
Y no sólo urgentes como accidentes. También, a nivel inconsciente, cualquier animal que de repente enferma de un modo inespecífico, se convierte en un diagrama de posibilidades que requiere rapidez a la vez que mucho análisis.
Estos actos puramente mentales, nos llevan a no poder abarcar esos campos emocionales con calma pues nos debemos a espacios y tiempos restringidos.
Ahora es tiempo de que, alejada de este ambiente de trabajo que tanto amo pero tanto me desgasta porque mi cerebro aún lo capta como una alerta máxima, con esa experiencia vital a mis espaldas, pueda atender a los humanos de nuestros pacientes dedicándoles el tiempo y el espacio que (una vez aprendido que todo no es interacción físico-química sino también electromagnética porque si no nos desestabilizamos y enfermamos) me hubiera gustado dedicar antes de enfermar.
Mi experiencia me permite también comprender muy bien a aquellos compañeros veterinarios que aún están trabajando al ritmo que yo lo hacía y explicar a los humanos de los pacientes que a nosotros acuden, con mucho respeto y serenidad, qué significan a nivel emocional los hallazgos clínicos que tenemos ante nosotros.
En nuestras consultas, mostramos las emociones básicas “ligadas -de algún modo- a nuestras biologías-, pero sobre todo exploramos las que aparecen por el sentimiento de amor que nace en el VÍNCULO con nuestros compañeros peludos y es preciso reconocerlas para aplicar discernimiento sobre cuándo un proceso propio nos lleva al espejo en nuestro perro, gato, conejo, pájaro o cualquier otro compañero de vida.
Nuestra visión del trabajo comprende el análisis de datos diferentes referentes a la manifestación de la enfermedad o a las necesidades del conjunto para establecer una prevención: datos laboratoriales, pruebas diagnósticas, dietas, estado de vacunación-desparasitación…
En la consulta realizamos una asesoría y trabajamos junto a otros veterinarios tanto colaboradores (formados en distintas disciplinas) y terapeutas.
También acompañando diagnóstico y tratamiento del veterinario habitual del paciente que llega a nosotros porque su humano desea profundizar más en su relación y, de este modo, en sí mismo, ampliándolo si es preciso y abarcando otras visiones complementarias.
Nuestras consultas toman un tiempo precioso para que el humano se exprese, pregunte, cuente, reflexione, observe y amplíe su enfoque sobre lo que ocurre a su alrededor.
Hay algunas personas que necesitan contar cómo se sienten. Otras, prefieren comprenderlo de un modo interior -que es lo que realmente nos pone en el observador-.
Para muchos, la escritura es una herramienta preciosa, pues modula áreas del cerebro diferentes a las del habla.
Sea como sea están pensadas para que el humano se integre de un modo consciente y activo en el proceso de acompañamiento de su querido compañero y extraiga aprendizajes que sienta en sí mismo, experimentándolos, para que pueda ser cada vez más capaz de observar cómo está por dentro él mismo cuando su animal expresa un síntoma. Copartícipe del proceso de recuperación.
En la práctica, estas acciones permiten no actuar de una manera tan invasiva.
Acudimos demasiado al médico y al veterinario y esperamos la “pastilla mágica”, poniendo el foco en lo externo, sin adentrarnos en nosotros mismos, como una huida a esa “puerta estrecha” de la que habla Jesús en los Evangelios, que nos lleva a mirar las “sombras”, lo oculto, lo que nos duele, cuesta, o nos sentimos imposibilitados para mirar. Ellos, desde el inicio, son nuestra luz al final del túnel, un presente maravilloso de acompañamiento en la vida.
Nuestros animales son un recuerdo constante de que existe un terreno emocional compartido con el humano: para la inmensa mayoría de nosotros son parte de nuestra familia.
Son una fuente de amor incondicional (¡muy unido a caricias y a chuches!) que nos muestra de un modo práctico y sencillo, cómo amar a nuestro prójimo.
Si quieres tener un enfoque AMPLIO y MULTIFACTORIAL sobre la salud de tu compañero, ¡no dudes en conectarnos!